La hormona oculta del estrés
La prolactina, a menudo eclipsada por el cortisol en las conversaciones sobre el estrés, se está convirtiendo en un factor clave en la forma en que nuestro cuerpo y mente lidian con la presión. Tradicionalmente reconocida por su papel en la lactancia, la prolactina también actúa como hormona del estrés, influyendo en la regulación emocional y el funcionamiento del sistema inmunitario. Cuando nos enfrentamos al estrés, ya sea por agitación emocional, tensión física o incluso inflamación, nuestro cuerpo responde aumentando los niveles de prolactina. Esta reacción forma parte de una red más amplia que involucra al eje hipotálamo-hipofisario-adrenal (HPA), que regula nuestras respuestas al estrés. Sin embargo, si bien el aumento inicial de prolactina busca ayudarnos a adaptarnos, un aumento crónico puede ser más perjudicial que beneficioso.
Uno de los efectos más preocupantes de los niveles elevados y sostenidos de prolactina es hiperprolactinemia, una afección que puede desencadenar una cascada de desequilibrios hormonales. Un nivel elevado de prolactina puede suprimir... dopamina, el neurotransmisor responsable de la recompensa y el placer, lo que provoca trastornos del estado de ánimo como la depresión y la ansiedad. Esta supresión también afecta al hipotálamo, interfiriendo con hormonas reproductivas como la hormona liberadora de gonadotropina (GnRH). En las mujeres, esto puede causar ciclos menstruales irregulares e infertilidad, mientras que en los hombres puede provocar una reducción de los niveles de testosterona, fatiga y disminución de la libido. En esencia, la interferencia de la prolactina con la dopamina y las hormonas reproductivas crea un efecto dominó hormonal que amplifica el impacto del estrés tanto en el cuerpo como en la mente.
El impacto de la prolactina en el estrés va más allá de la alteración hormonal; también afecta al sistema inmunitario y a la inflamación. En situaciones de estrés agudo, la prolactina actúa como modulador de la respuesta inmunitaria, mejorando la capacidad del organismo para combatir posibles amenazas. Sin embargo, cuando el estrés se vuelve crónico, los niveles elevados de prolactina contribuyen a la inflamación sistémica, agravando afecciones como las enfermedades autoinmunes e incluso influyendo en los síndromes metabólicos. Esta respuesta inflamatoria es parte de la razón por la que el estrés puede dejarnos sintiéndonos no solo mentalmente, sino también físicamente agotados. La conexión entre la prolactina y la inflamación resalta la doble naturaleza de la hormona: protectora a corto plazo, pero dañina cuando se mantiene elevada de forma persistente.
La relación entre la prolactina y los trastornos neuropsiquiátricos añade un nivel adicional de complejidad. Estudios han demostrado que un nivel elevado de prolactina se asocia con un mayor riesgo de ansiedad, depresión e incluso psicosis.El mecanismo detrás de esto parece involucrar la influencia de la prolactina en las vías de la serotonina y la dopamina, ambas críticas para la regulación del estado de ánimo.Al alterar estos neurotransmisores, los niveles altos de prolactina pueden dificultar que las personas procesen las emociones, afronten el estrés y mantengan una actitud positiva. Esta conexión podría explicar por qué el estrés a menudo provoca una espiral descendente de alteraciones del estado de ánimo y por qué el tratamiento de la hiperprolactinemia a veces puede aliviar los síntomas de depresión y ansiedad.
El sueño, o la falta de él, es otro factor importante que influye en los niveles de prolactina. La prolactina alcanza su máximo nivel de forma natural durante el sueño, lo que contribuye a los procesos de recuperación. Sin embargo, el estrés crónico suele provocar insomnio, creando un círculo vicioso: la falta de sueño eleva los niveles de prolactina, lo que a su vez agrava el estrés y sus síntomas. Abordar este círculo vicioso requiere un enfoque integral que incluya técnicas de gestión del estrés como la atención plena, la actividad física regular y una higiene del sueño adecuada. Al romper este círculo, es posible reducir los niveles de prolactina y mitigar algunos de los desequilibrios hormonales inducidos por el estrés.
La prolactina es mucho más que una hormona para las nuevas mamás. Su complejo papel en la respuesta al estrés, la regulación del estado de ánimo, la inmunidad y la inflamación la convierte en un factor crucial para nuestro bienestar general. Si bien el cortisol sigue siendo el tema principal en las conversaciones sobre el manejo del estrés, la influencia de la prolactina es demasiado significativa como para ignorarla. Comprender cómo controlar los niveles de prolactina podría ser la clave para afrontar el estrés de forma más eficaz.
Referencias:
Faron-Górecka, A., Latocha, K., Pabian, P., Kolasa, M., Sobczyk-Krupiarz, I. y Dziedzicka-Wasylewska, M. (2023). La implicación de la prolactina en los trastornos relacionados con el estrés. Revista Internacional de Investigación Ambiental y Salud Pública, 20(4), 3257.